MODULO
2. CASO 2
Como punto de partida se nos
informa de que el grupo consta de 28 alumnos con una edad de 11 años. Se
encuentran por tanto en el curso de 6º de primaria.
La relación entre los alumnos
dentro del grupo puede ser señalada como normal en líneas generales.
El grupo manifiesta que la
clase tiene buen ambiente y se encuentran bien en el grupo. Manifiestan
igualmente que el clima durante las clases es bueno, que el funcionamiento en
el aula es correcto y que existen relaciones de amistan en el grupo.
Por otro lado se puede
observar un primer dato que nos puede alertar ante una situación no tan “idílica”
en el grupo-clase, y que puede ponernos en una actitud de alerta ante la
posibilidad de que se esté dando un caso de acoso escolar. Este dato es la manifestación
de la existencia de conflictos entre determinados alumnos por parte de la mitad
de los alumnos.
Esto se puede constatar a
través de los autoinformes y heteroinformes que nos indican la situación de una
alumna (alumna 24) que se encuentra en una situación clara de acoso como así
atestiguan 20 individuos.
La alumna está en una
situación de aislamiento social dentro del grupo, además de producirse
episodios de maltrato tanto físico como psicológico, a través de ataques hacia
su persona, insultos y humillaciones.
Aparentemente la sucesión de
estos hechos a priori no parece tan continuada, quitándose importancia por
parte de los testigos, pero la alumna constata que las repeticiones en el
tiempo tiene una mayor frecuencia.
La alumna nos indica que
existe un gran apoyo que es su compañero de mesa, con esta persona se siente cómoda
aunque no tenga amigos en el grupo como manifiesta. Este hecho se deberá tener
en cuenta como posible recurso en la intervención.
La alumna del caso muestra un
comportamiento que se recibe de forma negativa, en forma de llamadas de
atención, inquieta y con grandes y frecuentes discusiones, que seguramente
provocarán contratiempos en las clases y posiblemente se encasillará dentro de
los alumnos difíciles ante los ojos de un adulto, cuando la realidad es que
esta alumna no tiene estructuras de respuesta ante las situaciones que está
viviendo en el grupo, convirtiendo este comportamiento inquieto y “belicoso” en
su única vía de escape, convirtiéndose en una víctima activa.
Las primeras medidas a
adoptar después de ver estos signos claros sería una entrevista con todos los
implicados y recoger toda la información posible que puedan transmitirnos.
La alumna indica que su
familia está al tanto de lo que está ocurriendo, esto facilitará las cosas al
tutor que deberá recoger la información tanto de las familias, como de la
acosada y del acosador, así como de los testigos de las acciones.
Una vez que dispongamos de
toda la información y lleguemos a la conclusión de que existe una situación de
acoso, podremos comenzar con la intervención.
La comunidad educativa al
completo deberá estar enterada y la intervención se desarrollará desde todos
los ámbitos. La implicación es fundamental y deberá enfocarse como un objetivo común
que nos afecta a todos y que requerirá de esfuerzo para la resolución del
problema.
La intervención con la alumna
debería estar centrada en el desarrollo de habilidades para poder erradicar la
tendencia a los conflictos para solucionar su situación. Aplicaremos programas
de desarrollo de habilidades sociales y programas de resolución de conflictos.
Las técnicas de expresión de emociones y canalización de ellas también son
efectivos y no deben faltar en la intervención con una alumna que es una víctima
activa.
De esta manera mejoraremos su
relación con los demás y su imagen ante el grupo, procediendo a incluir a la
alumna en el grupo de forma activa a través de alumnos tutores y de ese
compañero con la que la acosada mantiene una situación de confianza. Este grupo
acompañará a la víctima durante las clases y en las dependencias del centro
para reforzar su autoestima y su seguridad en el entorno escolar. Es necesario
que los alumnos elegidos para este cometido tengan un perfil prosocial, además
de contar con el compañero de referencia que la victima nos indicó encontrarse cómoda.
En cuanto a la intervención
con los agresores, en principio pondremos en funcionamiento un proceso
sancionador según el RRI del centro. Posteriormente o paralelamente pondremos
en marcha talleres de concienciación donde se analicen situaciones de acoso
para promover una conciencia empática en ellos. Los talleres pueden realizarse
con todo el grupo para concienciar tanto a los acosadores activos, como a los
espectadores que con su indiferencia han sido participes pasivos de lo
sucedido.
Se puede hacer uso de las
T.I.C. a través de videos, que pueden ser analizados y comentados. Organizar
debates con el tema del acoso como trasfondo para implicar a todo el grupo en
la fabricación de respuestas y alternativas a las conductas denunciadas.
Toda intervención debe llevar
un seguimiento y una evaluación posterior. Se puede hacer a través de unas tablas
de registro para recoger los datos y unos indicadores de logro que nos indicarán
la calidad y consecución de los objetivos propuestos.
Podemos marcarnos como indicadores
por ejemplo, si se han resuelto los episodios contra la alumna.
Si el grupo está más empático
hacia las diferencias individuales.
Si las familias están receptivas
a participar en el respeto hacia los demás.
Si la alumna ha sido acogida
adecuadamente en el grupo. Etc.
La situación de acoso es un
hecho que se realiza dentro de un grupo, y como tal, para su solución es necesaria
la implicación de todos. Parte importante de esta solución recae sobre las
familias como un pilar fundamental, y donde nuestros alumnos inician sus
procesos de relación con los demás. Relaciones que después son extrapoladas a
un ambiente mucho más extenso como el ámbito escolar.