domingo, 20 de noviembre de 2016

SEGUNDA ACTIVIDAD CURSO


MODULO 2. CASO 2





Como punto de partida se nos informa de que el grupo consta de 28 alumnos con una edad de 11 años. Se encuentran por tanto en el curso de 6º de primaria.

La relación entre los alumnos dentro del grupo puede ser señalada como normal en líneas generales.



El grupo manifiesta que la clase tiene buen ambiente y se encuentran bien en el grupo. Manifiestan igualmente que el clima durante las clases es bueno, que el funcionamiento en el aula es correcto y que existen relaciones de amistan en el grupo.


Por otro lado se puede observar un primer dato que nos puede alertar ante una situación no tan “idílica” en el grupo-clase, y que puede ponernos en una actitud de alerta ante la posibilidad de que se esté dando un caso de acoso escolar. Este dato es la manifestación de la existencia de conflictos entre determinados alumnos por parte de la mitad de los alumnos.

Esto se puede constatar a través de los autoinformes y heteroinformes que nos indican la situación de una alumna (alumna 24) que se encuentra en una situación clara de acoso como así atestiguan 20 individuos.


La alumna está en una situación de aislamiento social dentro del grupo, además de producirse episodios de maltrato tanto físico como psicológico, a través de ataques hacia su persona, insultos y humillaciones.


Aparentemente la sucesión de estos hechos a priori no parece tan continuada, quitándose importancia por parte de los testigos, pero la alumna constata que las repeticiones en el tiempo tiene una mayor frecuencia.



La alumna nos indica que existe un gran apoyo que es su compañero de mesa, con esta persona se siente cómoda aunque no tenga amigos en el grupo como manifiesta. Este hecho se deberá tener en cuenta como posible recurso en la intervención.


La alumna del caso muestra un comportamiento que se recibe de forma negativa, en forma de llamadas de atención, inquieta y con grandes y frecuentes discusiones, que seguramente provocarán contratiempos en las clases y posiblemente se encasillará dentro de los alumnos difíciles ante los ojos de un adulto, cuando la realidad es que esta alumna no tiene estructuras de respuesta ante las situaciones que está viviendo en el grupo, convirtiendo este comportamiento inquieto y “belicoso” en su única vía de escape, convirtiéndose en una víctima activa.


Las primeras medidas a adoptar después de ver estos signos claros sería una entrevista con todos los implicados y recoger toda la información posible que puedan transmitirnos.

La alumna indica que su familia está al tanto de lo que está ocurriendo, esto facilitará las cosas al tutor que deberá recoger la información tanto de las familias, como de la acosada y del acosador, así como de los testigos de las acciones.


Una vez que dispongamos de toda la información y lleguemos a la conclusión de que existe una situación de acoso, podremos comenzar con la intervención.



La comunidad educativa al completo deberá estar enterada y la intervención se desarrollará desde todos los ámbitos. La implicación es fundamental y deberá enfocarse como un objetivo común que nos afecta a todos y que requerirá de esfuerzo para la resolución del problema.



La intervención con la alumna debería estar centrada en el desarrollo de habilidades para poder erradicar la tendencia a los conflictos para solucionar su situación. Aplicaremos programas de desarrollo de habilidades sociales y programas de resolución de conflictos. Las técnicas de expresión de emociones y canalización de ellas también son efectivos y no deben faltar en la intervención con una alumna que es una víctima activa.


De esta manera mejoraremos su relación con los demás y su imagen ante el grupo, procediendo a incluir a la alumna en el grupo de forma activa a través de alumnos tutores y de ese compañero con la que la acosada mantiene una situación de confianza. Este grupo acompañará a la víctima durante las clases y en las dependencias del centro para reforzar su autoestima y su seguridad en el entorno escolar. Es necesario que los alumnos elegidos para este cometido tengan un perfil prosocial, además de contar con el compañero de referencia que la victima nos indicó encontrarse cómoda.



En cuanto a la intervención con los agresores, en principio pondremos en funcionamiento un proceso sancionador según el RRI del centro. Posteriormente o paralelamente pondremos en marcha talleres de concienciación donde se analicen situaciones de acoso para promover una conciencia empática en ellos. Los talleres pueden realizarse con todo el grupo para concienciar tanto a los acosadores activos, como a los espectadores que con su indiferencia han sido participes pasivos de lo sucedido.


Se puede hacer uso de las T.I.C. a través de videos, que pueden ser analizados y comentados. Organizar debates con el tema del acoso como trasfondo para implicar a todo el grupo en la fabricación de respuestas y alternativas a las conductas denunciadas.


Toda intervención debe llevar un seguimiento y una evaluación posterior. Se puede hacer a través de unas tablas de registro para recoger los datos y unos indicadores de logro que nos indicarán la calidad y consecución de los objetivos propuestos.



Podemos marcarnos como indicadores por ejemplo, si se han resuelto los episodios contra la alumna.

Si el grupo está más empático hacia las diferencias individuales.

Si las familias están receptivas a participar en el respeto hacia los demás.

Si la alumna ha sido acogida adecuadamente en el grupo. Etc.



La situación de acoso es un hecho que se realiza dentro de un grupo, y como tal, para su solución es necesaria la implicación de todos. Parte importante de esta solución recae sobre las familias como un pilar fundamental, y donde nuestros alumnos inician sus procesos de relación con los demás. Relaciones que después son extrapoladas a un ambiente mucho más extenso como el ámbito escolar.

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